Ricardo GAranda. 070722
La última
vez que nací yo ya sabía andar en el aire
y pensar desde
la ignorancia.
La última
vez que nací ya sabía mi mente contar sin llegar al infinito
y luchar triste,
sin
acercarme a la utopía.
La última
vez que nací, en el mismo día,
yo ya
sabía que vivir o no vivir era una decisión,
un
compromiso unilateral,
una
partida de un solo jugador y nadie más.
La última
vez que nací ya sabía yo contar el tiempo,
sobre todo,
el pasado.
Recién
nacido pude multiplicar por cero,
pero
preferí la equis y aquí estoy,
pactando un acuerdo con el resultado.
Ahora ya se
acerca y ensancha la luz del destino,
iluminando
el camino que enmarca los deseos que faltan.
Apenas
ráfaga a la deriva
que abandona los pasados incompletos,
olvidados
en los bosques de las realidades,
siempre, al
sueño, alternativas.
Bosques de
viejos pinos
que confunden
los deseos de avanzar o parar,
o avanzar
despacio,
o no
avanzar y amenazar con anular
ese
iluminado destino,
sin
decidir, si quiera,
el paso
correcto que marque el ritmo del azar.
Ahora ya voy
ocupando mi agenda con un par de sueños,
y cuarenta
poemas,
y una
guerra
y otra
muerte, y otra más.
Nadie
quiere morir
y yo no
quiero ser inmortal.